LUIS NELSON RODRÍGUEZ CUSTODIO
Sintió hambre.
No sabía desde cuándo, ni por qué, pero sus sentidos le indicaban que necesitaba comer.
El pasado eran espesas tinieblas imposibles de disipar.
Solo aquella angustiante urgencia llenaba todo su ser.
Recorrió durante un rato el inmenso lugar sin lograr su objetivo.
Paraba aquí y allá, poco para descansar, algo para curiosear, distrayéndose casi placenteramente en mínimos detalles.
Pasados unos segundos comenzó a percibir un agradable aroma de comida, que le hizo abrir más el apetito.
Apuró su llegada a ese lugar sin tomar grandes precauciones, con el embotamiento que da la inevitable satisfacción de las necesidades básicas.
Comenzó a comer con avidez, concentrada en su tarea.
Fue por eso que apenas pudo ver lo que se venía sobre ella.
Esa inmensa mole que caía sobre su ser, encima de su frágil cuerpo.
Intentó escapar evitando la tragedia, pero ya era tarde. Aquello la aplastó con fuerza irresistible.
Vio un relámpago rojo y azul, sintiendo a la vez un dolor agudo y lacerante.
Todavía intentó escapar, evitar la tragedia; pero fue imposible y recibió otra oleada de dolor.
La oscuridad se acrecentaba, y por instinto, presintió el final de todo.
Escuchó en sus últimos destellos de vida un fuerte ruido que no entendió:
― ¡Mamá, maté una mosca!
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LUIS NELSON RODRÍGUEZ CUSTODIO